4 El delincuente
4.1 El hombre delincuente
La criminología que se desarrolla a partir del siglo XIX estaba obsesionada con identificar los marcadores que nos permitirían distinguir al hombre delincuente. A las personas nos gusta pensar en términos de blancos y negros, de malos y buenos, de fronteras claramente demarcadas entre lo diabólico y lo divino. La realidad, como veremos, es obstinadamente más compleja.
El médico italiano Cesare Lombroso (1885-1909) publicó en 1876 su influyente libro L’uomo delinquente. Lombroso proponía que el hombre delincuente, en particular lo que el llamaba el delincuente nato, se distinguía del resto de los mortales por una serie de anomalías físicas y que representaban una reversión a una forma primitiva de ser humano.
Lombroso era un médico que había trabajado para el ejercito italiano y había estado al mando de varios asilos mentales. Estaba comprometido con el desarrollo de una ciencia sobre el comportamiento criminal y estaba influenciado por el positivismo científico, un movimiento filosófico que aspiraba al análisis racional y que ponía su fe en el progreso científico. El positivismo proponúa un enfoque empírico e inductivo para comprender las leyes de la naturaleza y del comportamiento humano. Era un método consistente en el análisis de datos obtenidos por medio de la observación científica.
En su libro estudio la fisionomía de 832 delincuentes vivos, 390 de los cuales fueron comparados con 868 soldados italianos y 90 “lunáticos” y fue a partir de estas comparaciones que desarrollo sus conclusiones. Para Lombroso había varios tipos de delincuentes:
El delincuente innato: seres que no han seguido la evolución genética natural que el resto de los humanos, lo cual se manifiesta en: múltiples deficiencias degenerativas de tipo físico (orejas grandes, brazos demasiado largos, narices torcidas, etc.); peculiaridades sensoriales y funcionales (p.ej., menos sensibilidad al dolor y al contacto); una falta de sentido de la moralidad (p.ej, incapacidad de arrepentimiento); así como otras manifestaciones (lenguaje criminal, uso extensivo de tatuajes, etc.).
El delincuente enfermo mental
El delincuente ocasional (pseudo-criminales, criminaloides, delincuentes habituales).
Delincuentes de pasión
Posteriormente, en Le Crime: Causes et remedes (1899), también consideraría factores ambientales en la génesis del delito (el clima, la lluvia, la estructura del gobierno, la organización religiosa, etc.)